31/7/08

Argentina: Una extraña enfermedad de la piel que afecta a aborígenes del continente americano.

La radiación solar, la raza aborigen y la altura en el Norte del país favorecen la aparición de una enfermedad muy infrecuente: el prurigo actínico. Un equipo de dermatólogos del Hospital Universitario Austral que viajan todos los años al Norte, encontraron una alta incidencia de la enfermedad y ahora comenzaron una investigación en la región.

En el Norte Argentino el sol arde. Un cielo sin nubes, una tierra sin árboles y 3000 metros más cerca del astro pueden causar estragos en la piel desprotegida de los pobladores que viven y trabajan al aire libre.

Frenar o combatir los efectos es la tarea de un equipo de seis dermatólogos del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Austral (HUA), que junto con el apoyo del Servicio Social Agustiniano y del Laboratorio Andrómaco realizan desde el 2005 viajes sanitarios a las provincias norteñas donde escasean los especialistas en piel.

Además de comprobar que alrededor del 20% de los pacientes presentan diversas fotodermatosis (enfermedades producidas o agravadas por el sol) en los cinco viajes que llevan realizados se encontraron con una enfermedad rara y grave: el prurigo actínico (PA), “propia de descendientes de aborígenes del continente americano, desde Canadá hasta la Argentina”, explica el Dr. Ignacio Rébora, jefe de residentes del HUA.

Lo más llamativo es que los médicos atendieron alrededor de 2500 pacientes, muchos de ellos descendientes de la etnia Diaguita, en Salta y en Catamarca, y 30 tenían la patología (más del 1%), “una incidencia altísima para un problema tan infrecuente”, afirma Rébora.

En 2005, cuando el equipo visitó por primera vez los Valles Calchaquíes, el Dr. Rébora cuenta que veían los casos de prurigo actínico y al principio no estaban seguros del diagnóstico: “Era tan raro que nunca pensamos encontrarnos con tantos casos”.

“Sorprende que el prurigo se manifieste en personas con la piel oscura, que uno diría que nunca se queman, mientras que casi no existe en caucásicos”, agrega el dermatólogo mientras muestra fotos de mujeres y hombres con la dermis descarnada, como si se hubiesen quemado con fuego. Las lesiones se producen en las áreas más expuestas: cara, orejas, el dorso de las manos, y pican, con lo cual las personas tienden a rascarse y a lastimarse aún más.

El prurigo es una fotodermatosis primaria –primariamente causada por el sol– y se cree que tiene cierto componente genético. “La aparición se debe a lo que uno hereda –la raza– asociado a factores ambientales, como la altura y la radiación solar”, destaca el especialista.

Motivados por la falta de bibliografía sobre el prurigo, la alta incidencia en el Norte y el propósito de mejorar la calidad de vida de sus pacientes, los dermatólogos comenzaron a investigar.

“Los cuidadores de la piel”

Es poco lo que hay escrito sobre el prurigo actínico. Cada viaje es una oportunidad para los dermatólogos de conocerla a fondo. El Jefe de Residentes enuncia: “Tenemos tres proyectos en marcha: en primer lugar, queremos describir la enfermedad en diaguitas, algo que no está hecho”. “También estudiaremos la predisposición genética a padecer la enfermedad que tienen y, sobre todo, analizaremos la posibilidad de nuevas terapias y tratamientos”, agrega.

Todavía "está verde" la investigación, “son muchos requisitos previos” reconoce Rébora, pero motiva a los médicos la voluntad de aportar a los pacientes enfermos algo más en el tratamiento, una mejor opción, y una mejor calidad de vida.

El prurigo no tiene cura, pero evitar el sol parece hoy en día el único remedio efectivo. “Tienen que usar remeras de manga larga, no estar afuera especialmente entre las 9 y las 5 de la tarde, ponerse sombreros y pantalla solar y, sobre todo, les decimos que duerman la siesta”, expresa el dermatólogo.

Para muchos, el mandato de buscar la sombra no es fácil de cumplir, menos aún si se vive en una zona donde gran parte de la población realiza trabajos al aire libre y no en edificios de oficinas. El Dr. Rébora recuerda el caso de un albañil que por esta patología debió abandonar su empleo.

Por esto, si estar al sol es imprescindible para el paciente, los dermatólogos insisten con el uso de prendas que cubran el cuerpo y de cremas de protección. En el último viaje que realizaron a Salta, en julio, incorporaron talleres en las escuelas, para transmitir consejos sobre cómo prevenir o al menos evitar que empeoren las fotodermatosis en general.

Los residentes organizaron una “carrera de postas”: los chicos tenían que correr, ponerse el sombrero, los anteojos, una remera de manga larga, un pantalón lago, protector solar y volver a tocarle la mano al compañero. Todos recibían un “Diploma de cuidadores de la piel”, y los médicos los enviaban a casa con la tarea de contar a sus padres lo que habían aprendido.

“Hasta ahora, nuestro mayor logro ha sido la educación”, concluye el Dr. Ignacio Rébora sobre este proyecto que recién empieza.

ALGUNOS NÚMEROS

2484 es el total de pacientes que atendieron los dermatólogos en Catamarca y Salta, 2005-2008.

23% de los pacientes atendidos en Salta, en julio, presentan fotodermatosis.


Dr. Ignacio Rébora

Jefe de Residentes de Dermatología del Hospital Universitario Austral

http://www.portalesmedicos.com/

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